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Balcón Político: José Barón, un pensamiento vigente, a 12 años de su partida

  • liliana820
  • 28 abr
  • 3 Min. de lectura

Por Carlos Camacho

La mañana del 27 de abril del 2013, en la huasteca hidalguense se difundió el deceso del sacerdote José Barón Larios, durante una visita a familiares en su natal estado de Jalisco. La víspera, Arturo, su acompañante le notificaba del fallecimiento de su hermano y amigo, también sacerdote, Samuel Mora Castillo.

En menos de 12 horas, la huasteca perdía a dos de sus principales defensores, sobre todo de los grupos más vulnerables de la región, quienes, junto con el padre Pablo Hernández Clemente, fallecido años antes, formaron el Equipo Pastoral Atlapexco (EPA), a través del cual se coordinaban las acciones de lucha contra la opresión y la defensa de los derechos de los indígenas de las huastecas, hidalguense, potosina y veracruzana.

Los tres fueron férreos defensores de los grupos sometidos y reprimidos por los grupos caciquiles que dominaban todavía en la década de los años 70, tiempo de opresión y muerte (se contabilizaron más de 100 asesinados, 500 detenidos y un sinnúmero de desaparecidos), la mayoría indígenas de la región.

El padre José Barón Larios, decidió desde su llegada a la huasteca que cuando muriera, sus restos fueran sepultados “junto a mis indios”. Así fue. Su cuerpo descansa en la capilla de la comunidad de Ixtlahuac II, una pequeña localidad del municipio de Huejutla, donde pasó los últimos años de su vida.

El 10 de diciembre del 2010, redactó un documento que contiene su “percepción humana, indígena y cristiana, respecto a mi mundo, indio, tan mal correspondido aún”.

Decía entonces que, la situación del indígena, se nos revela de inmediato como una situación de pobreza, una situación de marginación y, para decirlo en una palabra que tiene toda su carga, pero que es la realidad, es una situación de opresión. Nuestras culturas son culturas dominadas y oprimidas. Pero no sólo podemos hablar de una situación de marginación, sino de marginalizados, que están al margen de los marginados, a donde el influjo de la sociedad llega, pero con toda su carga negativa hacia ellos.

Recordaba abusos como los que entre 1970 y 1972 se cometían en Xochiatipan, donde “me platicaron que, antes de mi estancia, un presidente municipal, con el fin de allegarse algún dinero, mintió a los indígenas diciéndoles que el presidente de la República le había escrito comunicándole que su esposa estaba grave y que necesitaba ayuda.

Con este motivo, el alcalde impuso una cuota de $0.50 a cada jefe de familia. Obligaban también a llevar a la cabecera faenas, madera, piedra, cuotas, tributos… Esta situación de explotación trasladada a nivel vivencia llega a situaciones realmente increíbles.

“Yo mismo, muchas veces desde niño -más entonces- ¡pero también ahora! He sentido intensamente, en lo recóndito de mi ser humano, el agua hirviente de la humillación, consecuencia de la discriminación.

Quienes humillan al indio y al pobre, no siempre son conscientes de lo que hacen. Casi nunca son conscientes. En consecuencia, si es así, ¡qué bueno que lo fuera! Carecerían de culpa moral, Los prejuicios sociales en contra nuestra, de tal manera se han encarnado en mis hermanos mestizos, que se le han transformado en cuasi hábitos como echar la comida al perro, ponerle el fuste al burro.

Así reflexionaba el Padre José Barón Larios, para muchos, un ejemplo a seguir y recordar ahora en su doceavo aniversario luctuoso, pues su pensamiento está más vigente que nunca.

Las opiniones expresadas en este espacio son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de HGONLINE.


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